Desapego, fuente de libertad.

Ya nos decía el Buda que el apego era el origen del sufrimiento, y lo experimentó intensamente en muchas ocasiones en su vida, a lo material, al sexo, a su hijo…

¿Y tú a qué te aferras? A tu casa, tu país,  tu trabajo, tu familia, tu pareja,  tu status social, tu imagen, tus  ideas, tus creencias…

Ya te digo que a todo aquello a lo que llamas tú estás apegado en mayor o menor medida, porque lo experimentas de forma personal, eres tú y tú… (lo que sea) pero entre tú y tú qué hay más que tu. No hay cabida para nadie más ¿te das cuenta?

No es la cosa, persona o situación la que me mantiene apegado, es la relación que yo mantengo con ella. La raíz del apego es el ego, ese pequeño yo que vive ajeno al universo al que pertenece, que actúa movido por el deseo o el rechazo, que cree ser el dueño y organizador de la vida, que desconoce los fundamentos básicos por los que estamos aquí.

Y qué le vamos hacer, él es así, es pequeño, no te enfades con él, enséñale. Hay que enseñar al que no sabe, quizás Jesús quiso decir eso cuando dijo “dejad que los niños se acerquen a mi”.

El desapego es una práctica a realizar cada día, durante todos los días de la vida, al menos ese es mi entender, si trasciendes el apego en esta vida, por favor, no te olvides de contarlo. Porque la vida en sí es lo mayor que venimos a trascender.

Trascender significa subir de un sitio a otro por lo que podemos entender que nada es permanente, que todo está sujeto al cambio. La vida es un cambio constante, cada minuto es distinto al anterior, sin embargo nuestro pequeño ego no alcanza a comprender esto y se aferra a cada cosa o situación de la vida para no experimentar ese movimiento, falsamente claro, pues el movimiento es inevitable. Imagina que el planeta dejara de girar o tu corazón dejara de latir, mejor que no, verdad, sigamos en movimiento.

Cuando aceptamos que hay que moverse, con frecuencia descargamos la responsabilidad en otros, ¡vale, vamos pero tú me guías! Ahí dejamos nuestra vida en manos de la pareja, porque sin él yo no sería nada, en manos del jefe porque menos mal que me paga para comer, en manos del adulador que te dice que bien los has hecho o en manos de un credo que me orienta porque si no yo estaría perdido.

Esta falta de responsabilidad nos mantiene encarcelados y bueno quizás si la celda es cómoda y te traen de comer cada día hasta te parezca suficiente pero como recuerda que nada es permanente, qué sucederá cuando el carcelero se vaya, porque la gente se muere, encuentra otra pareja, decide cerrar empresas, o empieza a caerle otra persona mejor que tu. Ahí aparece el sufrimiento y claro como la responsabilidad no es mía si no que es del otro pues cambio de apego gozoso del que disfrutaba por el apego al rechazo, ¡si es que yo no me merezco esto!

Pero se paciente contigo querido/a, la mami te dio la teta, te arroparon los brazos fuertes de papá, vivías feliz con tus juguetes y cuando se rompían te ofrecían otra cosa para que no llorarás, adquiriste un sentimiento de pertenencia necesario para crecer pero probablemente nadie te enseñó que las pertenencias no son para cargarlas si no para experimentarlas, eso nadie sabe enseñarlo, que el amor a los tuyos, a tu patria o a tus objetos favoritos no desaparece con la distancia, que eres libre de estar en Sevilla o en Pekín y seguir teniéndolos a todos en el corazón y además seguir sumando vida a tu vida, disfrutando del nuevo lugar, de las nuevas personas y sus diferentes costumbres.

No guardes para mañana, el dinero, el afecto o la práctica, confía en que cada día tiene su alimento y todo alimento es bueno incluso los que no te gustan, aprende de ellos y no te apegues a lo que te gustaría. Cuando no te aferras a los resultados tu mente está clara para poder analizar lo sucedido y mejorar, cuando te apegas y consigues tu objetivo sufres por mantenerlo y si no lo consigues sufres porque te frustras.

Hazte una lista de tus apegos más sencillos, el café de la mañana, el lugar de la mesa en que te sientas, la camisa que te encanta, la salidita del viernes… y práctica cambiando el café por el té, regalando la camisa o sentándote en otro lado y sigue sumando cosas a tu lista conforme las vayas viendo. Cuando ya seas experto/a en esto, comienza con las relaciones está bien estar acompañado pero cuando no lo estés, tu feliz, porque te encontrarás a ti y a otras personas que antes no podían entrar por no encontrar espacio. Repasa tus ideas y olvídate del “lo tengo súper claro” o del “no puedo o no sé”, ambas limitan que maravillosas ideas lleguen, llévalas a la práctica, benefíciate del proceso y  no necesitarás el resultado.

Y así, así, caminando y practicando cada vez necesitarás menos pero probablemente tengas más y es que esta ley es el principio del universo… La forma solo es vacio y el vacio es en verdad forma. –Sutra del corazón-

Con mucha Luz.

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