Más allá de la vida.

Dicen que la vida no está hecha para entenderla sino para vivirla. Cuando tratamos de entenderla solo podemos tener un conocimiento parcial y asociativo porque así es como la mente actúa, por fragmentos de experiencias y asociando unos con otros con lo que creamos una realidad adaptada a nuestras impresiones.

Pero la vida no está basada sólo en nuestras experiencias, la vida incluye las experiencias de todos y de todo, de hoy y de siempre por lo que no puede tener ni un principio ni un fin, al menos para la conciencia humana pues va mucho más allá de lo que esta puede percibir. Pero qué gran paradoja para que algo tan grande que nos envuelve y nos desborda le pongamos los límites allí donde está el alcance de nuestra conciencia.

Es como si por no haber salido nunca del país negáramos que existan otros países y continentes. Hoy en día esto nos parece absurdo pero así sucedió durante millones de años. No estaría mal plantearse que hay mucha más vida tras la vida que conozco. Así se expande la conciencia, estirando los límites.

En estas fechas de inicio de noviembre, donde de una forma u otra, movidos por las tradiciones de nuestros ancestros o por las adaptaciones modernas de antiguas tradiciones nos ponemos en contacto con la muerte, no estaría de más que nos detuviéramos unos instantes a dar espacio a que nuestra conciencia se expandirá un poquito más, incluyendo la muerte dentro de la vida.

Todas las religiones y filosofías dan un espacio importante a la muerte, unas como un tránsito, otras como una oportunidad… pero depositan el miedo a la muerte en la vida, limitando esta a algo parcial y encadenado a la muerte, donde una representa el principio y la otra el fin.

La naturaleza inigualable maestra de vida está continuamente mostrándonos el sentido de la vida, la transformación, la creación continua en miles de maravillosas formas. Donde no existe un principio ni un fin sino una manifestación constante de vida, desbordándose y cambiando en infinitas formas.

 Un mundo donde el espacio y el tiempo es la interpretación mental de la realidad del cambio, nos hace configurarnos como seres finitos viviendo en el miedo que el fin augura. Piensa que no necesitas ser Séneca para entender esto, entre otras cosas porque ni él lo entendió, lo único que necesitas es bajar tu entendimiento al corazón, donde no hay interpretación, solo experiencia directa y verás que desde ahí la vida no tiene límites, que puedes sentir la presencia del otro en cualquier lugar del planeta y por supuesto la presencia del otro en cualquier dimensión y espacio en el que se encuentre.

En estos días donde la línea que separa los mundos de vivos y muertos es más fina, donde el sol aleja su luz para que puedas poner atención en tu luz interna, donde la madre Tierra se dispone a disfrutar de su merecido descanso, aprovecha para aprehender estas lecciones que cada año la vida te ofrece.

Y como es afuera es adentro y viceversa, recógete como ella para que puedas darte cuenta de la luz que siempre está encendida en tu corazón, deja que tus hojas viejas se caigan para no sentirte cansado/a estos meses de invierno y habla con tus muertos, los que vivieron contigo (ancestros) y los que vivieron dentro( experiencias), hónralos y agradece porque sin ellos tu no serias tu y hazles saber que pueden estar tranquilos porque ya vas siendo grande y sabiéndote dentro de la vida, la que los alberga a todos por siempre y hasta siempre.

Buena entrada en la oscuridad, con mucha Luz.

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